Los Primeros Pasos

A su llegada al puerto de La Guaira tuvo un primer aviso de alarma: se dio cuenta de que su corazón volvía a manifestar irregularidades, pero la alegría de estar de nuevo en su patria y entre su gente, y sin policías ni esbirros amenazando a quienes querían vivir en libertad, compensaron con creces aquellos malestares.

Su padre había muerto poco antes, y su madre vestía de riguroso luto a la usanza de las viejas familias caraqueñas y por eso no fue a recibirlo al puerto. El resto de la familia y los muchos amigos que lo recibieron en Caracas estaban felices de tenerlo de nuevo en su tierra.

En su equipaje traía el sueño de abrir una escuela moderna en Caracas, y para ello había comprado en Francia equipos de última factura, por los que quisieron cobrarle una fortuna como derechos de importación. Finalmente los equipos y los sueños tuvo que dejarlos atrás.

Faltaba mucho para que pudiera cumplir lo que alguna vez confió a Rómulo Gallegos: fundar una escuela ideal en Caracas, a la que tuvieran acceso muchachos de todas las clases sociales.

No regresaba solo, Simone tendría que descubrir la patria de su marido. Poco después tendrían dos hijas: María Corina, que nació en Caracas el 8 de julio de 1938 y Helena Sofía, nacida también en Caracas el 7 de junio de 1941.

María Corina se casó con Norman Batteson, con quien tuvo dos hijos, Norman y Elisabeth.

Helena Sofía, hoy lamentablemente desaparecida, se casó en primeras nupcias con Juan Velarde, con quien tuvo un hijo llamado Juan Rafael, y en segundas con Efraín Carrera, con quien tuvo a Darío Carrera Vegas.

Además de lo de la escuela traía el joven repatriado en sus faltriqueras planes muy importantes, que habían nacido durante sus estudios parisinos, y que en una primera aproximación lograron que se incorporara, casi al llegar, a las reuniones preparatorias para el Primer Congreso Venezolano del Niño, que se reunió entre el 1° y el 6 de febrero de 1938.

A raíz de esa actuación, en abril de ese mismo año, fue nombrado Director de la Casa de Observación para Menores, que dependía de la Junta de Beneficencia del Distrito Federal. Y fue entonces cuando propuso un Plan de Asistencia Social para Niños Abandonados, Delincuentes y Anormales, que debía ser ejecutado en el Distrito Federal.

Persistía en él la idea que le había expuesto en una carta, a fines de 1935, a su maestro, Rómulo Gallegos, de fundar un Colegio en Caracas, idea que en más de una oportunidad se estrelló contra el muro casi impenetrable de la burocracia criolla. La ciudad que lo recibió a su regreso de Europa había cambiado mucho, quizá demasiado, en los casi diez años en que estuvo en el extranjero. No era ya la aldehuela que lo vio partir como exilado, sino una pequeña ciudad que ya reflejaba una riqueza nueva, proveniente del petróleo.

Mucho había cambiado, en especial a causa de la riqueza petrolera que empezaba a reflejarse en el ambiente. El ambiente que notó al llegar era radicalmente distinto al que lo había hecho salir del país como polizón en un barco que iba a Francia.

El general Eleazar López Contreras, aunque para él era el mismo que aplastó el intento de golpe de abril del 28 y causó muchas y muy fuertes dificultades a muchos jóvenes y no tan jóvenes, ya había demostrado, a partir de diciembre de 1935, que era muy distinto a Juan Vicente Gómez, aunque tenía muchos de sus recursos.

Los compañeros de Vegas en aquellas jornadas del 28 se habían convertido casi todos en profesionales, y muchos de ellos en políticos importantes que marcaban buena parte de la pauta en los tiempos de transición. Algunos tenían cargos en el gobierno, otros seguían luchando en pro de cualquier revolución.

En Caracas, y en Venezuela, se respiraba un aire de libertad, que anunciaba tiempos mucho mejores. Y también era evidente que había intenciones de que el país progresara. Se oía el rumor de planes estupendos de obras públicas, de mejoramiento, de avance. Y uno de los campos en los que el país entraba con más fuerza en el mundo del progreso era el relativo a uno de los terrenos en los que Rafael Vegas tenía más interés: el de los niños y adolescentes.

Con su actuación y sus planes relacionados con la infancia y la juventud, el joven médico psiquiatra se hizo notar abiertamente. Fue corredactor del primer Código de Menores, que resultó aprobado por el Congreso Nacional en julio del 38 y que ponía a Venezuela a la vanguardia en ese aspecto.

En esa actividad se reencontró con el Doctor Pastor Oropeza, a quien había conocido en la Universidad Central y con quien coincidió en París. Y ese mismo año, 1938, se publicó el “Plan Vegas” de asistencia a la infancia abandonada, que era el resultado de una coherente exposición hecha por Vegas a los ingenieros del ministerio de Obras Públicas para que entendieran lo que debía hacerse en materia de edificaciones e instalaciones para la “Casa de Observación para Menores y de los distintos establecimientos conexos”.

Era un conjunto de ideas novedosas que llamaron la atención del Presidente López Contreras, por lo que al inaugurarse en Los Teques, en diciembre de 1939, el Instituto de Preorientación de Menores, el director, el primer director, era Rafael Vegas. Allí desarrolló una labor muy importante y tuvo experiencias magníficas que reforzaron su personalidad y le dieron un enorme impulso a lo que después sería: un gran educador.