La “Paideia” del Dr. Rafael Vegas

Por Eduardo Casanova

De Francia trajo la idea del bachillerato en dos ciclos, uno de cuatro años y el otro de uno, con especialización en la segunda etapa. Era algo obvio y conveniente para que los jóvenes llegaran más preparados a la universidad y no necesitaran un tiempo prudencial para adaptarse a ella.

También, tal como años después haría al fundar su propio Colegio, patrocinó la presencia de músicos, artistas plásticos y conferencistas en los salones de los liceos. Era una forma de interesar a los jóvenes por la cultura, y de alentarlos a que exploraran caminos que podrían llevarlos a zonas en donde se sentirían bien y serían útiles a la sociedad.

Igualmente alentó la construcción de grandes edificaciones escolares, algo que se había iniciado con alguna timidez en el gobierno de López Contreras pero en el de Medina alcanzó proporciones muy importantes.

Propició la idea de que tanto en los edificios destinados a primaria como en los de secundaria se ubicaran grandes auditorios, en los que se ofrecerían conciertos y obras de teatro, además de las ceremonias propias de las instituciones.

También favoreció la práctica de actividades deportivas en los establecimientos educativos. Partía de la idea de que el ocio, si bien puede ser beneficioso para la creación y la imaginación, mal administrado puede causar enormes daños a los jóvenes.

Acometió la reforma de la Ley de Educación, que era la redactada durante la gestión como Ministro de Arturo Uslar Pietri, y que tenía muchísimas virtudes, pero, a juicio de Vegas, aún demasiados defectos que podían ser corregidos.

Consciente de que el sistema de exámenes, en los que el nerviosismo suele jugar malas pasadas a los que los sufren, era demasiado imperfecto, entre otras cosas propició que los aplazados en julio podrían “reparar” en exámenes especiales al inicio del próximo año escolar, en septiembre. E incluso tendrían una tercera oportunidad en enero.

También que los eximidos en el quinto año, que era el final de bachillerato, eximidos por tener notas muy altas, entrarían directamente a la Universidad, sin tener que pasar por engorrosos trámites.

Quedaban eliminadas las cátedras vitalicias en las universidades y, por lo tanto, todas serían objeto de concursos para seleccionar los mejores candidatos.

Se establecieron como definitivas las organizaciones de bienestar estudiantil, como una forma de ayudar a los estudiantes de menos recursos.

Se permitiría y hasta se alentaría la formación de gremios y sindicatos de educadores.

Y, lo más importante, se daba un paso adelante en materia de autonomía universitaria mediante el sistema de elección de los rectores y otras autoridades que garantizara la independencia absoluta de esas instituciones.

Otro logro importante fue la creación de liceos nocturnos para trabajadores, así como nuevas instituciones para la formación de mujeres en diferentes oficios. También decretó el doctor Vegas la obligatoriedad de la enseñanza musical en las escuelas primarias, para lo que buscó el apoyo del maestro Vicente Emilio Sojo y de los integrantes de la Orquesta Sinfónica Venezuela y de otras instituciones.

La Orquesta se comprometió a realizar conciertos para los estudiantes, que o no pagarían o pagarían una cantidad mínima para asistir a ellos.

Cuando el Ministro Rafael Vegas tomó la iniciativa de reformar la Ley Uslar que como dijimos tenía muchísimas virtudes, pero aún demasiados defectos, lo hizo pensando que tenía mucho tiempo por delante, lo que no resultó cierto. Sus reformas, aunque importantes, en muchos casos fueron más bien cosméticas. En realidad no tuvo tiempo de hacer todas las que le interesaban.

En el terreno de las que le interesaban estaría lo de la enseñanza musical. La enseñanza musical y la gimnasia eran dos de los pilares fundamentales de la “Paideia“, la educación de los griegos antiguos, algo a lo que se refiere en forma detallada y erudita el libro cuyo título es, justamente, “Paideia”, del filólogo alemán Werner Jaeger, que desde que los nazis se apoderaron de su país hasta su muerte, que fue en octubre de 1961, vivió en los Estados Unidos.

Por recomendación expresa del doctor Vegas lo leí en pocos días, más o menos en la época de la muerte de su autor, y luego lo releí hacia el final de la vida del doctor Vegas. Así me pude dar cuenta de la influencia que las ideas expresadas en ese libro habían tenido en las ideas del doctor Vegas.

En las páginas de la versión española editada en México, encontré muchas ideas cercanas a las del doctor Vegas. Sobre todo las que escuché de sus labios durante las larguísimas conversaciones que con él mantuve en la última etapa de su corta vida.

Sostuvo entonces el doctor Vegas, ya muy cercano al final de sus días, que el problema fundamental de la educación venezolana era (es) basarse casi totalmente en la información y no en la formación.

La información no es mala “per se”, pero en buena parte termina siendo inútil. ¿De qué le sirve a un humanista haber tenido que emprender arduas batallas con la química y la física? O a un ingeniero de carreteras haber tenido que aprenderse al caletre fragmentos de La Divina Comedia. O a un médico haber tenido que aprobar a los trompicones un examen final en el que el tema era los órdenes jónico, dórico y corintio en la arquitectura griega. O a un sociólogo aprenderse de memoria las valencias.

Son temas que después, en la vida cotidiana, pueden despertar el interés en el humanista, el ingeniero de carreteras, el médico y el sociólogo, pero que durante su período de formación, en el que para colmo todavía no está del todo completo su cerebro racional, pueden tener efectos muy negativos y hasta frustrantes.

En cambio, decía el doctor Vegas, los ideales educativos que planteó Sócrates (o que plantearon sus discípulos en su nombre), sirven todavía más en nuestro tiempo.

Básicamente esos ideales hablan de que el niño y el joven hay que educarlo para que sea útil, aunque también puede decirse: para que sea gobernante o gobernado. Una minoría podrá ser gobernante y una mayoría será gobernada. Y lo importante es que los jóvenes se eduquen bien para la política en el mejor sentido de la palabra, para la vida en sociedad, con énfasis en el sentido del deber.

El niño debe convencerse de que no hay que satisfacer los caprichos, sino sobreponerse a ellos. El joven debe rechazar el goce irrestricto de los sentidos y en cambio debe sentirse siempre obligado a cumplir el deber.

Sócrates habló de “ascesis”, palabra de la que deriva en ascetismo. Fue entonces cuando apareció la palabra “enkratía”, que significa “dominio moral de sí mismo, firmeza y moderación”.

Para Sócrates (o para sus discípulos) los que dominaran plenamente sus instintos y su tendencia al hedonismo eran los destinados a gobernar, y los que no, a ser gobernados.

Entre nosotros podría decirse que las dos materias más importantes son la Urbanidad y la Cívica, dos que desde hace mucho tiempo están ausentes de los programas educativos venezolanos. La formación del niño, por lo tanto, debe basarse en el deber, en el saber comportarse bien en público y en privado.

La información debe limitarse en lo posible a lo indispensable, matemáticas, lenguaje, música, gimnasia y una idea somera de ciencias.