Aventuras y desventuras de un ministro de educación

Por Eduardo Casanova

Hasta los que lo adversaron entonces terminaron aceptando que Rafael Vegas fue un excelente Ministro de Educación. Su sencillez, su discreción, su capacidad de trabajo, etcétera, fueron elementos fundamentales para el éxito notable de su gestión.

Fue uno de los mejores integrantes de los gabinetes ejecutivos del Presidente Medina. Y hasta el mejor. Una de sus iniciativas más felices fue la que llevó a la creación de la Ciudad Universitaria de Caracas.

Todo había comenzado con la necesidad de los estudiantes de medicina de contar con un buen hospital, mejor de que el Hospital Vargas, y de tener más facilidades para sus estudios. Pero pronto se vio que no eran solamente los de medicina los estudiantes que requerían mejoras. La Universidad, ubicada en el viejo Convento de San Francisco, no era el mejor medio para los estudios superiores.

En el mundo existía gran cantidad de “campus”, en los que los universitarios disfrutaban de amplios espacios en los que el aire libre era un factor importante. El Ministro Vegas planteó la necesidad de que se hiciera una verdadera Ciudad Universitaria, con los mejores espacios para una mejor educación superior. Y encontró eco en la mayoría de sus compañeros de gobierno, pero también, por fortuna, en el propio Presidente Medina.

Por unos parientes se enteró el Ministro de que los herederos de la Hacienda Ibarra, ubicada al final de lo que después fue el bosque Los Caobos y en la confluencia de los ríos Guaire y El Valle, y lindante con la Hacienda Bello Monte, vecina de Sabana Grande, pensaban venderla. Concibió entonces la idea de que allí podría ubicarse la Ciudad Universitaria de Caracas, que sería sede de la Universidad Central de Venezuela en sustitución del viejo Convento de San Francisco, cuyas limitaciones de espacio eran evidentes.

Y esa fue la idea que propuso al Presidente Medina y a sus colegas del gabinete. Pero los Ministros no la aceptaron en principio. Opinaban que la Hacienda Ibarra estaba “demasiado lejos de Caracas” y que la nación no tenía recursos suficientes para financiar aquel proyecto faraónico. Medina, en privado, le recomendó que insistiera, porque la idea era demasiado buena como para dejarla de lado por un revés inicial.

Hacienda Ibarra 1943

El Ministro entrevistó por separado a cada uno de los miembros del gabinete, y a todos les hizo ver que el Presidente sí aprobaría el proyecto. Y finalmente logró su cometido. Los proyectos empezaron en seguida. Encomendaron la tarea fundamentalmente a un joven arquitecto formado en París: Carlos Raúl Villanueva. Hicieron venir de los Estados Unidos un experto en la materia. Todo parecía bien encaminado. Pero la caída del gobierno impidió que en lo inmediato viera su proyecto convertirse en realidad. Lo vería varios años después, cuando el gobierno que surgió de la caída de Rómulo Gallegos desempolvó la iniciativa, compró la Hacienda Ibarra y construyó en sus terrenos la Ciudad Universitaria tal como la conocemos hoy.

Otra inventiva importante de Vegas como Ministro fue la creación de la Biblioteca Popular Venezolana, que produjo millones de libros que se vendían a precios bajísimos y que ponían al alcance de todos los venezolanos las obras más importantes de la literatura criolla. Gallegos, Uslar Pietri, Teresa de la Parra, Antonio Arráiz, Juan Oropeza, Julián Padrón, etcétera, fueron los primeros autores publicados por la iniciativa del joven Ministro.

Pronto en otros países la imitaron y se produjo en la antigua América española el fenómeno de culturización más notable que recuerda la historia. Pero no todo fueron éxitos en su gestión. Una corriente importante de la sociedad lo veía con malos ojos. Lo consideraban lo que en la mitad del siglo XX se conoció como “Hippie”, y aseguraban que era comunistoide y quería destruir la educación cristiana. Quería “sacar a Cristo de las escuelas” e impedir que los niños recibieran nociones de catecismo y el cristianismo en general.

Hasta entonces, sobre todo por la presencia de los jesuitas, los salesianos y los Hermanos Cristianos, la educación privada era fundamentalmente religiosa, en contraste con la pública que era abiertamente laica. El crecimiento que Vegas logró para la educación pública era visto con recelo por las fuerzas reaccionarias, que lo atacaron en todas las formas posibles y sin tregua. Algunos intelectuales, sobre todo los de la Generación del 28, como Miguel Otero Silva, Elías Toro y Guillermo Meneses, asumieron su defensa, pero estaban en abierta inferioridad numérica y no les era fácil conseguir espacios en los medios de comunicación social de la época.

Las elecciones municipales del 29 de octubre del 44 significaron una derrota para Rómulo Gallegos en Santa Rosalía ante un oscuro y desconocido comerciante, mientras que Rafael Vegas, aun sin hacer campaña ni ocuparse demasiado de aquello, las ganó en Catedral. El Maestro Gallegos, frustrado y ofendido, conversó con su joven amigo en términos nada felices, y en cierta forma allí terminó la amistad entre ambos.

Pero no es cierto que la amistad se haya convertido en enemistad, como han pretendido algunos. Simplemente dejaron de tratarse como buenos amigos y cada uno siguió con su vida, pero sin denostar del otro ni hacer pública la ruptura. Tiempo después, ya siendo Gallegos Presidente, se encontraron en un lugar público y se saludaron civilizadamente. Pero ya no eran el maestro y el discípulo que habían sido tiempo atrás, sino dos personas que coincidían en un espacio y mostraban, ambos, una buena educación.

En esos tiempos o poco después era muy frecuente que los entonces niños de El Rosal (Fernán Frías, Cristóbal Palacios, Fermín Toro, Jerónimo Puig, etcétera), casi todos hijos de buenos amigos del Psiquiatra-educador (y Ministro), acompañaran al Psiquiatra-educador (y Ministro) los domingos en largos paseos en bicicleta que los llevaban hasta Petare, en el extremo este del valle de Caracas, y, de paso, a comer “golfeados” (pancitos enrollados en forma de caracol, rellenos de papelón rallado y queso, aromatizados con anís en especie y horneados) en el camino.

El Presidente Medina lo apreciaba especialmente, y celebraba lo que muchos consideraban excentricidades del joven Ministro. Luego vendría la terrible situación que acabó con la candidatura, prácticamente unitaria, de Diógenes Escalante, drama en el que el médico psiquiatra Rafael Vegas tuvo una participación importante. Y eso generaría la caída de Medina y el fin de la gestión ministerial de Rafael Vegas. Y el fin de una relativa felicidad para toda Venezuela.