Los Vegas de Caracas

El Doctor Rafael Vegas, fundador del Colegio Santiago de León de Caracas, descendía de varias familias “mantuanas” de Caracas, es decir, de lo que en los siglos XVIII y XIX se consideraba la aristocracia criolla (tal como los Bolívar, los Ribas, los Ustáriz y otros que contribuyeron activamente a la Independencia del país.

La familia Vegas era una de las que podía exhibir un linaje más realmente ilustre entre todas las de la Colonia venezolana. Los Vegas venezolanos provienen de los Vegas del antiguo reino de Burgos, en España. La Certificación de genealogía, nobleza y armas del apellido de Vegas, expedida por don Juan Félix de Rújula y Vaca, Marqués de Ciadoncha, dice así:

… trata de este linaje de Vegas diciendo que es de caballeros hijosdalgo, naturales de las montañas de Burgos, de los cuales hay en el valle de Carriedo. Traen diferentes armas de los Vegas del Reino de León, de los de Aragón, Grajal de Tierra de Campos y de los Lasos de la Vega, pues se componen de un escudo cortado: primero en plata cuatro barras azules cada una cargada de dos aspas de plata y de otras dos azules en los campos; segundo en plata una vega compuesta de tres encinas verdes y cuatro pequeñas puestas sobre aguas de azur y plata. Añade que un varón de este apellido llamado Francisco Vega, se halló con el Rey Don Fernando el Santo en la toma de Úbeda y Baeza, donde hizo cosas muy señaladas, habiéndosele  quebrado la lanza, y con el tronco que le quedó en la mano  hizo grandes estragos en los moros. El Rey, agradecido y maravillado de su esfuerzo le concedió para recuerdo en su escudo la lanza en cuatro pedazos y las aspas por haber sido la victoria el día de San Andrés del año 1227…

don Juan Félix de Rújula y Vaca, Marqués de Ciadoncha

Los de Caracas, específicamente, son descendientes de un español nacido en Saucedo, cerca de Toledo, llamado Juan de Vega Arredondo, casado con María Sáenz de la Vega, y cuyo hijo, llamado también Juan de Vega Arredondo, se casó en Caracas con María Josefa de Bertodano, hija del capitán general y gobernador Alberto de Bertodano y Navarra, nacido en Tudela, gobernador y capitán general de Nueva Andalucía (Cumaná) en 1714, y que gobernó la provincia de Venezuela (o de Caracas) entre 1715 y 1716. Antes había servido en Flandes por 27 años y a renglón seguido sirvió en Aragón y en Sevilla, de modo que cuando llegó a Caracas era un hombre maduro.

En Luxemburgo, en acción de guerra, perdió el brazo derecho, por lo que al llegar a Caracas era manco, pero, curiosamente, nadie le puso un apodo infamante ni nada por el estilo. De aquí se fue a Puerto Rico, pero dejó a sus hijas (cuya madre era flamenca y se llamaba Teresa Knepper y Tripel) casadas con el Vega, un Arredondo, un Del Moral y un Álvarez Abreu, en lo que debe haber sido una de las mayores proezas casamenteras de la historia, una verdadera Campaña Admirable de colocación de hijas casaderas.

Los descendientes de aquel Vega y Bertodano, convertidos en Vegas, se mezclaron con los Mendoza, los Toro, los Tovar, los Barba, casi todos mantuanos (aristócratas criollos) y parientes entre sí en todos los grados imaginables. También como la mayoría de las familias presentes en Caracas en el siglo XVIII, los Vegas participaron en el proceso que llevó al nacimiento de Venezuela en 1810 y perdieron muchísimos parientes y conocidos durante la Guerra de Independencia.

Ya en los siglos XIX y XX, los Vegas Sanabria eran mis parientes más o menos lejanos por los Toro y los Barba y más o menos cercanos por los Sanabria, en ambos casos por parte de mi madre: mi abuela materna era Emilia Urbaneja Rivero, hija de Brígida Rivero Sanabria, que era prima hermana de la abuela de Rafael Vegas. Y los Sanabria eran Sanabria Toro (por parte de mi padre teníamos alguna relación familiar o, por lo menos, parientes comunes: los Sanabria Casanova y los Casanova Sanabria). Los usos y costumbres de tiempos de la Colonia y de la Independencia los habían acercado, pero la política decimonónica los había alejado, como a muchas familias que tuvieron que vivir los tiempos extremadamente tormentosos que ahogaron a Venezuela después de la Independencia, hasta la dictadura de Juan Vicente Gómez.

En el caso de los Vegas y los Urbaneja y los Rivero, el pleito fue cuando gobernaba José Tadeo Monagas como jefe de los Liberales Azules, en 1869. El que se había convertido en cabeza de los Liberales Amarillos, Antonio Guzmán Blanco, cuya esposa, Ana Teresa Ibarra Urbaneja, era sobrina de mi bisabuela (María de los) Santos Urbaneja Barba de Sucre y de mi bisabuelo Carlos Alberto Urbaneja Barba (que, obviamente por lo de Urbaneja Barba eran hermanos entre sí), el 14 de agosto de 1869 organizó un baile con fines políticos, al que, desde luego, asistieron sus partidarios, parientes y amigos, que eran enemigos de los Monagas a causa de que los Monagas habían empezado su vida política como conservadores y luego de que José Tadeo se convirtió en Presidente por decisión de José Antonio Páez (jefe de con conservadores), saltó la talanquera, se declaró Liberal, dividió a los Liberales y gobernó arbitrariamente como jefe de un clan, más que como cabeza de un partido.

Y ocurrió que los monagueros, los Liberales Azules, asaltaron la casa de los Guzmán Ibarra y con saña atacaron a los asistentes con palos, piedras y otros proyectiles bastante más fétidos. Mis antepasados directos (entre ellos los Rivero Sanabria y los Urbaneja Rivero) se pelearon entonces con el general Martín Vegas, alto jefe del régimen y pariente directo de Rafael Vegas y, en consecuencia, terminaron peleados entre sí los Urbaneja y los Vegas, que eran parientes por lo Sanabria (el Doctor Rafael Vegas Sánchez era hijo del Doctor Luis Vegas Sanabria y su esposa, María Sánchez Navarro de Vegas.

Sus abuelos paternos fueron Pedro Miguel Vegas y Herrera y Elena Sanabria Toro de Vegas. Mientras que sus abuelos maternos fueron José Antonio Sánchez Lecuna y Amalia Navarro de Sánchez. Y entre sus bisabuelos estuvieron Casimiro Vegas y Palacios y su esposa, María Trinidad Herrera y Toro de Vegas, así como el Doctor Tomás José Sanabria y Brígida Rodríguez del Toro de Sanabria, antepasados también de mi madre).

El distanciamiento fue porque el general Martín Vegas, que era monaguero y Comandante en Armas de Caracas, estaba perfectamente al tanto de los planes de sus amigos los monagueros, y no sólo no les avisó a sus parientes –mis parientes– que los iban a llenar de caca, sino que dirigió la represión, que como ha sido muy común en Venezuela no fue contra los agresores sino contra los agredidos. Y entre los agredidos, claro, estaban mis antepasados directos. Desde entonces, los Vegas Sanabria, por un lado, y los Urbaneja y los Rivero Sanabria, por el otro, dejaron de tratarse.

Por fortuna para mí, esos rencores no suelen durar dos ni mucho menos tres generaciones y tanto el Doctor Vegas como yo nos reímos mucho imaginando lo que debió ser aquel desaguisado entre parientes y lo que estarían diciendo si nos veían desde el otro mundo.

Pero ambos éramos conscientes de nuestro parentesco con el personaje caraqueño Tomás Hernández de Sanabria (1752-1838), dos veces Rector de la Universidad de Caracas (y por cierto realista durante el proceso de Independencia) y con su nieto Martín J. Sanabria (1831-1904), autor del Decreto de Educación Primaria Gratuita y Obligatoria, del 27 de Junio de 1870, en tiempos de Guzmán Blanco.

En pocas palabras, el fundador del Colegio Santiago de León de Caracas no solamente hizo historia, sino que llevaba en sí buena parte de la historia de Venezuela.