El Joven Ministro

Por Eduardo Casanova

Varios fueron los hechos que fueron llevando al joven Doctor Vegas, casi inexorablemente, a la posición de Ministro. Uno de ellos fue la producción de la Película “Juan de la Calle”, cuyo guion fue escrito por Rómulo Gallegos a petición de su antiguo alumno, con el objeto de difundir los principios e ideas de Vegas con relación a la niñez abandonada.

La realización corrió a cargo de “Ávila Films”, empresa del propio Gallegos, y fue estrenada con mucho lucimiento el 27 de noviembre de 1941. Soy testigo del éxito de las iniciativas del doctor Vegas en ese terreno, que se demuestra por la cantidad de antiguos usuarios de las instituciones que creó y dirigió que solían visitarlo, convertidos en personas útiles a la sociedad, algunos de ellos con posiciones eminentes en el país.

En Los Teques fue visitado por el general Isaías Medina Angarita, que poco tiempo después, a pesar de que en las elecciones del 41 Vegas había apoyado públicamente la candidatura de Rómulo Gallegos, decidió designarlo Ministro de Educación.

Se lo habían recomendado dos personas muy apreciadas y respetadas: el pediatra Pastor Oropeza y el abogado Arturo Uslar Pietri. El nuevo Presidente había visto en el terreno los resultados de la acción de Vegas, y el joven candidato a Ministro había aprobado abiertamente el cambio de rumbo que Medina Angarita le había dado a la política al ordenar la libertad incondicional de todos los presos políticos y el cierre de los centros de detención de políticos, así como permitir y hasta alentar el regreso de los exilados.

Al conocer personalmente al nuevo Presidente, el joven médico había quedado muy bien impresionado. No era el “fascista” y admirador de Benito Mussolini que muchos decían que era. Se trataba de un hombre agradable, cordial, de gran simpatía personal. Y era evidente que al Presidente también le había caído muy bien aquel joven médico alto y delgado que había dedicado todos los esfuerzos posibles a hacer mejor la vida de los niños y de los jóvenes con problemas de conducta.

La vida de Rafael Vegas entraba definitivamente en el camino del éxito, como parte del equipo de un excelente Presidente de la República, uno de los mejores que ha tenido el país a lo largo y ancho de su accidentada existencia. Su ingreso a ese equipo fue, como casi todo lo que le ocurría en esos tiempos, algo extraño. La noche del 31 de marzo del 43 recibió una llamada por teléfono, y quien lo llamaba se identificó como Isaías Medina Angarita, Presidente de la República.

El doctor Vegas creyó inicialmente que era una broma, pero se dio cuenta de que la voz era, en efecto, del Presidente, que le pedía que fuera a verlo al día siguiente, en la mañana, a Miraflores. Y al día siguiente, luego de una conversación en la que Vegas se explayó en lo relativo a sus ideas acerca de la formación de niños y jóvenes, el Presidente le pidió que aceptara el cargo de Ministro de Educación.

Vegas, en un primer impulso, pensó que no debía aceptar la propuesta. Dudaba. Dudaba de sus aptitudes para un cargo tan importante. No tenía la más mínima experiencia como para asumir un cargo tan importante. Pero después de conversar con Arturo Uslar Pietri, que había sido un excelente Ministro de esa rama, terminó por acceder.

En mayo se publicó en Gaceta Oficial su nombramiento y se inició su magnífico trabajo a cargo del Ministerio. Rafael Vegas, junto con Uslar Pietri y Gustavo Herrera, forma el trío de los que más han hecho por la educación en la historia de Venezuela. Es algo que honra la memoria de Isaías Medina Angarita, sin duda uno de los mejores Presidentes que ha tenido Venezuela.

Por desgracia para el país, ese excelente Presidente cometió dos o tres errores garrafales, especialmente en el terreno de inclusión o participación electoral y en el de la política militar, que no deberían empañar en absoluto su gran obra de gobierno, pero que le costaron el poder. Y que a Venezuela le han costado mucho más que el poder de un hombre.

También el inicio de aquel joven, de apenas treinta y cuatro años, como Ministro, fue especial: llegó a la residencia presidencial, a juramentarse, en bicicleta, y en un ambiente de alegría nada solemne. Ya había seleccionado a los que serían sus compañeros en aquella útil aventura, entre quienes se destacaba J.F. Reyes Baena como Director de Gabinete, que era en realidad el segundo de a bordo.

Pero fue mucho más allá: buscó la colaboración (y la obtuvo) de muchos jóvenes con ideas frescas, sin importar su posición política. Entre ellos estuvieron Luis Beltrán Prieto Figueroa y Humberto García Arocha, ligados a Acción Democrática y a la caída de Medina, y que en cierta forma destruirían buena parte de los avances logrados por el doctor Vegas como Ministro.

A pesar de los muchos méritos de sus antecesores, el nuevo Ministro detectó muchas y muy importantes fallas en la estructura del despacho que le habían asignado. Le parecían detestables algunas costumbres de los burócratas, como la adulación y la pomposidad. No le gustaban en absoluto las fiestas y las recepciones oficiales, y cada vez que podía se buscaba una excusa para no ir a ellas.

En general rechazaba las obligaciones sociales que le imponía el cargo. Seguía siendo el que prefería desplazarse en bicicleta y hablar directamente con todos los empleados, sin necesidad de secretarias ni nada por el estilo. Uno de los primeros temas que quiso abordar fue el de la educación mixta. Para muchos personajes importantes de su momento, los varones y las niñas no podían compartir aulas, lo veían como algo peligroso para moral y buenas costumbres del país, pues serían muchas las tentaciones para los jóvenes.

Allí estaba, además, lo que la mitología griega había establecido hablando de Pandora y su caja (o vasija), que demostraba que la mujer es la causa de la perdición del hombre, tal como lo dice la Biblia al hablar de Adán y Eva. O aquello de que los cabellos de las mujeres distraen a los ángeles. Algo en lo que el joven Ministro no creía en absoluto. Al fin y al cabo en ese tiempo no se permitía que una joven saliera sola a la calle o recibiera en solitario a un visitante de otro sexo. Por algo sería.

Vegas, que respetaba y quería mucho a su madre y a sus hermanas, opinaba lo contrario, e impuso su criterio al ordenar que en varios liceos se permitiera la presencia de muchachos y muchachas en las aulas. Pronto se demostró que era él quien tenía la razón.