Cuando Nació el Colegio

El Doctor Rafael Vegas escogió como fecha para fundar su colegio el 25 de julio de 1950, día del Apóstol Santiago. En ese entonces las escuelas y los Colegios públicos eran mejores, en general, que casi todos los privados, y eso era en buena parte producto del trabajo de tres hombres: Arturo Uslar Pietri, Gustavo Herrera y Rafael Vegas, Ministros de Educación entre 1936 y 1945, tiempos, especialmente el de Rafael Vegas, en los que no sólo se construyeron estupendas instalaciones escolares diseñadas por arquitectos competentes como Carlos Raúl Villanueva, edificadas con las mejores técnicas de su momento, sino que se crearon instituciones muy eficientes para formar maestros y profesores.

Tan bueno fue el trabajo realizado en el lapso 1936-1945, que Rómulo Gallegos declaró en un discurso, en el Congreso Nacional: “justicia es reconocer que el régimen político iniciado en el octubre revolucionario encontró en materia de educación nacional buena obra ya en marcha”. Esa obra no era sólo material, sino que había envuelto todo lo que tenía que ver con la educación, desde la alfabetización hasta la reorientación de las universidades, pasando por la formación de maestros y profesores, la racionalización y unificación de los programas de educación y hasta la organización gremial de los educadores.

Luego del derrocamiento de Isaías Medina Angarita el crecimiento de la educación formal fue, en apariencia, impresionante, pero –y así me lo comentó más de una vez Rafael Vegas– se sacrificó la calidad por la cantidad, y aunque se logró que la educación creciera con el país, o hasta más que el país, el resultado de ese crecimiento no fue tan positivo como podría parecer a primera vista.

Dada esa realidad, visto que la educación pública había dado tal salto, crear un Colegio privado no religioso en aquellos días podría ser percibido como ir a contracorriente.

Los Colegios públicos cumplían su cometido, y los privados que funcionaban realmente bien eran los religiosos, casi todos subsidiados por el Estado. Hasta los llamados “piratas” cumplían una función social –y eso también se lo oí decir más de una vez a Rafael Vegas en algunas de nuestras muchas conversaciones–, pues permitían que los jóvenes que por cualquier razón no rendían en Colegios públicos o religiosos y habían tenido que dejarlos, siguieran adelante en sus estudios, con la posibilidad de que se “enderezaran” en el camino.

El Colegio Santiago de León de Caracas no iba a ser ni religioso, ni público ni pirata. Sería un Colegio laico, diseñado para la excelencia. Para educar cabalmente niños y jóvenes y convertirlos en personas útiles, muy útiles para la sociedad. En ningún caso debía ser un correccional para niños de mala conducta, ni un Colegio más. Debía ser “el” Colegio, el mejor Colegio de Caracas.

Era algo que Vegas venía soñando desde los tiempos en que estudiaba bachillerato en el Liceo Caracas, y aún más cuando regresó a Caracas, durante el gobierno de Eleazar López Contreras. A su regreso al país había intentado, en sociedad con Elías Toro, fundar un colegio. Alquiló una casa, preparó todo con mucho cuidado, publicó un aviso en la prensa local y se preparó a iniciar lo que sería una escuela ideal.

Pero las autoridades aduaneras le negaron tajantemente la exoneración de derechos de importación para los pupitres y otros equipos especializados, como lo destinados a laboratorios, que no se producían en el país. La exoneración de esos impuestos de importación, que eran muy altos, había sido práctica común cuando la solicitaban los institutos religiosos, pero a esa iniciativa de jóvenes profesionales, seglares, le fue negada sin derecho a apelación, y por esa razón, por la imposibilidad de reunir el dinero que se requería, la iniciativa tuvo que quedarse en sueño.

El sueño regresó y hasta se reforzó cuando en 1945 su sobrina, Luisa Elena Vegas (hija de su hermana mayor, Luisa Amalia, también educadora, y de su primo hermano Pedro Vegas), asociada con otra joven educadora, Luisa Serna, fundó el Instituto Politécnico Educacional, un Colegio para niñas que empezó en una casa de familia de regular tamaño, en la parte sur de la Avenida Los Jabillos de La Florida, en la acera oeste.

Cinco años atrás, el doctor Vegas había colaborado con su hermana mayor en la creación de la Escuela de Servicio Social, adscrita al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, que fue la primera de su género. En esa Escuela, Rafael Vegas se hizo cargo de la cátedra de Psicología. Cuando el Politécnico se mudó a un edificio propio, diseñado por un arquitecto polaco especialista en el tema y construido especialmente para el Instituto, Rafael Vegas heredó el alquiler de la casa para iniciar allí su propio proyecto.